El mal momento de Lucía Allende: ¿una desconocida a pesar de sus 5 años de concejal?

Editorial. En plena celebración de los 40 años del Fogón Gaucho Padre Buteler, con escenario, homenajes y toda la épica criolla desplegada en el predio El Tuscal, se vivió una situación que dejó a más de uno incómodo —aunque quizás no tanto como a la propia protagonista.

Lucía Allende, concejal en funciones desde hace cinco años, fue confundida por los presentadores históricos del evento con una “profesora de lenguaje de señas” a la que, además, “no sabían cómo se llamaba”. Lo dijeron una vez. Lo repitieron por segunda vez. Y ahí quedó: sin nombre, sin banca y sin aplauso.

La intención fue buena: agradecer el gesto de acompañar el Himno Nacional en lenguaje de señas, como lo hace habitualmente. El resultado, en cambio, fue casi un sketch de televisión. Porque lo verdaderamente llamativo no es que se hayan confundido, sino que después de cinco años ocupando una banca, nadie en la organización supiera quién era. Más considerando que es firmante de un beneplácito en reconocimiento del aniversario del evento.

Y eso que no pasa precisamente desapercibida cada vez que canta el himno: ya que hace años lo interpreta en señas.

Pero ni eso alcanzó para que la reconozcan fuera del recinto del Concejo.

¿Estar siempre en los actos, pero no en la agenda de la gente? ¿Aparecer en todas las fotos, pero sin dejar marca en el territorio? En definitiva, hacer política sin presencia real, sin construcción en las instituciones y con escasa conexión con quienes sostienen las tradiciones de la ciudad.

Mientras las autoridades provinciales y municipales compartían escenario, homenajeaban a históricos y aportaban millones al evento, ella quedó relegada a un agradecimiento genérico, casi de compromiso, con nombre perdido en el aire.

Si la política es el arte de estar donde hay que estar y que te reconozcan, alguien… debería revisar su estrategia.