El congelamiento del individualismo, un trágico ejemplo

En las calles de París, el fotógrafo franco-suizo René Robert, falleció de hipotermia tras una caída.

Tienen las noticias una característica principal que a su vez es “necesaria”, la inmediatez. Este no es el caso. Días atrás, mas precisamente el pasado 19 de enero, el recordado fotógrafo René Robert falleció a sus 84 años, producto en grado sumo, de la indiferencia, la individualidad extrema.

René se encontraba por las calles de la capital francesa, en la Place de la République, un frío miércoles cuando cayó tendido al suelo. Luego, incapaz de levantarse, Robert permaneció en esas circunstancias durante horas sin recibir ayuda de nadie, más cuando quienes pasaban por su lado eran “todos”. Fue trasladado después al Hospital, a las 6 de las mañana, cuando un habitante de calle llamó a emergencias, sí, nueve horas luego de su caída, cuando la ayuda ya fue demasiado tarde.

El fotógrafo históricamente identificado por sus grandes capturas a referencias artísticas del flamenco, llevó adelante exposiciones en Francia, Italia y Luxemburgo. Retratos propios del siglo XX a artistas como Paco de Lucía, Camarón de la Isla, Sara Baras, Vicente Amigo, Eva Yerbabuena, Marina Heredia y Estrella Morente, fueron evidencias claras de un talento desbordante.

Así, quién fuese un reconocido artista tuvo su muerte por contradicción, ahora se encontraba con la asistencia de nadie, tras un velo de realidad. Lo mató la costumbre profundamente enraizada en nuestras sociedades, la individualidad.

Mas allá de rastrear esto hasta quizás su causa, un capitalismo que prioriza la individualidad comercial y así social y ética, este caso pone las iés en un lugar donde Occidente se siente validado consigo mismo. El país es el ejemplo por excelencia, imperialismo, avasallamiento, explotación de recursos naturales (casi siempre de otras naciones), inmigrantes.

La idea de la libertad así como la de los dioses guarda utopías inasequibles. Quién quiera pueda y quién no pude que muera, claro que esta frase olvida la amplia variedad de fenómenos que afectan a un individuo y busque además, equiparar posibilidades y romantizar la competencia, sino como venderla.

Este mismo sentido se encuentra imantado en las sociedad propias de la cultura occidental, un individualismo que acumula para “morir” enriquecido, y la acumulación de tal material se transforma en la glorificación de una vida de “sacrificios”. Sí, así como los reyes que Europa criticó desde el siglo XX, así como los teócratas mas repudiados.

Estas convenciones sociales llevaron a instalar la idea de que, una persona que presenta ciertos bienes materiales es posiblemente mas agradable para un vínculo intersocial. Claro que el argumento se cae a pedazos, ni las estadísticas sociológicas, ni estudios antropológicos como políticos o filosóficos pueden dar cuenta de esto, pero de igual manera funciona en nosotros y así se encuentra muy fácilmente la idea de que, una persona en situación de calle, puede ser “peligrosa” o poco digna de prestigio, de reconocimiento, tal y como René se encontraba esa noche.

Mas allá que la gran mayoría de las sociedades latinas, democracias liberales en su gran mayoría, entiendan el peligro de tal individualidad extrema, aún continúan comportándose como tal. Una forma de relación ética que esta profundamente ligada a una forma económica de organización.

Claro que el argumento se cae a pedazos, pero tan profundo vive en nosotros (para remarcar nuestra responsabilidad), que la práctica supera a las lecciones teóricas, y una vez más nos sorprendemos, como si la sorpresa pudiese vivir mas allá del recuerdo, y esta vez es René quién tuvo que sufrir una fría individualidad. Sí, le quitó la vida la individualidad profunda, la libertad que olvida el otro, el reconocimiento solo de estereotipos.

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