El “tiroteo escolar” que no fue

Por Eduardo Castillo Paez, Abogado. Criminólogo. Diplomado en Derecho Penal, Ciencias Forenses y Perfilación Criminal.

Se conoció recientemente que en una escuela secundaria de Ingeniero Maschwitz, en el partido bonaerense de Escobar, un grupo de adolescentes de entre 13 y 16 años estaba planificando un ataque armado en la institución a la que asisten. Los mensajes que se conocieron son de un nivel de violencia muy preocupante, especialmente los subidos por la administradora del grupo, quien entre otras afirmaciones expresó que quería “agarrar a un estudiante, y obligarlo a que abra la boca, para, después dispararle”. Aunque los integrantes del siniestro plan eran inicialmente ocho, fueron cinco los adolescentes que dialogaron activamente con la guía del “Tiroteo escolar”, preguntándole sobre las modalidades del ataque, las armas, las formas de ejecución y qué iban a hacer después de concretar la masacre.

Si bien en el mundo, y especialmente en Estados Unidos, este tipo de masacres escolares son lamentablemente muy frecuentes, en Latinoamérica el primer caso se dio en nuestro país, en una escuela de Carmen de Patagones, provincia de Buenos Aires. Un adolescente de 15 años, Rafael Juniors Solich, alumno del 1° B del Polimodal de la Escuela de Enseñanza Media N° 202 Islas Malvinas, decidió dispararles a sus compañeros con una pistola Browning 9 milímetros que era propiedad de su padre, suboficial de la Prefectura Naval. Ese día, 28 de septiembre de 2004, “Juniors” como se lo conoció por aquel entonces, le arrebató la vida a tres estudiantes y dejó con heridas graves a cinco.

Según diversos testimonios en el expediente, Juniors y su amigo más cercano, Dante, se reconocían fanáticos seguidores de Marilyn Manson, intérprete que dedicó su tema “The Nobodies” (Los nadies o don nadie) a los asesinos de la masacre escolar en Columbine, Estados Unidos, el 20 de abril de 1999, donde resultaron asesinados 12 estudiantes, un profesor y más de 20 personas heridas.

No cabe ninguna duda que lo sucedido en Columbine ha excedido ampliamente el campo del estudio y análisis psicológico, criminológico o jurídico, ya que se han generado a partir de la gran repercusión de este caso numerosos libros, canciones, series, películas, videojuegos, etc. Al respecto, se supo que Juniors y Dante antes de la masacre, habían asistido al cine a ver la película “Elephant”, film del año 2003 que se basó en el tiroteo de la Escuela de Columbine. La influencia y lo que se conoce como “conductas de imitación” de los comportamientos delictivos exhibidos en todas esas producciones musicales, televisivas o cinematográficas, son innegables y han sido estudiados ampliamente en el campo de la investigación criminológica, en especial de los asesinos seriales.

Sobre el caso de la escuela de Ingeniero Maschwitz, caratulado como “intimidación pública”, cabe destacar que la justicia de menores ha resuelto originales medidas cautelares para los alumnos que participaron del chat, ordenando por cuatro meses la prohibición a los mismos de acercamiento a la escuela y el dictado de clases de manera virtual para no afectar su proceso de aprendizaje y escolaridad.

Queda claro que estos hechos de violencia extrema y tiroteos en centros educativos no se dan de un día para el otro, no son sorpresivos, son el resultado o conclusión final de un proceso previo que seguramente fue evidenciando distintas señales que no fueron advertidas. Antecedentes o situaciones de bullying, ciberbullying, amenazas, peleas escolares, entre otras conductas dañinas, precedieron a cada uno de los ataques masivos perpetrados por estudiantes en sus colegios. De ahí la importancia de que los docentes, directivos y todo el personal de los centros educativos estén en constante alerta para ir detectando esas señales que siempre se anticipan a todo episodio grave de violencia escolar.

Y más allá de que la investigación judicial parece demostrar que los alumnos del chat no tenían la intención real ni las armas para concretar la masacre, fue muy importante la inmediata intervención de autoridades y familiares de los adolescentes, evitando la posible concreción de una amenaza explícita por parte de alumnos que ya habían evidenciado conflictos anteriores en la institución educativa. Afortunadamente no se dudó en ningún momento y se puso en marcha la aplicación de los protocolos correspondientes con intervención judicial para garantizar la seguridad y tranquilidad de los estudiantes y toda la comunidad educativa, lo que nos permite hablar del “tiroteo escolar” que no fue.

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