El peronismo de Alta Gracia enfrenta, quizás por primera vez en años, la necesidad ineludible de renovarse. Y renovarse en serio. Marcos Torres ya no puede volver a postularse y perfila proyección provincial. Facundo Torres solo bajaría a la cancha si el escenario fuese de emergencia crítica. Hoy, el juego se disputa entre quienes están gestionando. Y el dato no es menor: ya no alcanza con la cercanía al poder. Hoy se mide la gestión.
Los nombres que empiezan a sonar son varios, y todos en gestión: Mariano Agazzi, Duilio Silva, Jorge “el Ruso” De Napoli, Matías “Cato” Odiard, Mauricio Protto, y algunos otros funcionarios que tienen visibilidad… pero, en muchos casos, poco territorio.
¿Puede surgir un liderazgo desde la gestión pura? ¿Se puede capitanear un movimiento histórico como el peronismo solo desde la política de escritorio? La respuesta es incómoda pero necesaria: no.
El peronismo no es solamente administración: históricamente ha demostrado que es folklore, es calle, es narrativa emocional. El liderazgo real necesita más que balances prolijos o actos protocolares. Se necesita pasión política, arraigo popular, legitimidad construida en cada calle, en cada barrio, en cada historia compartida.
Hoy, Alta Gracia tiene el equipo en la cancha. Tiene jugadores formados, algunos con más kilometraje, otros con mejor estado físico electoral. Pero no tiene todavía un capitán que encarne el futuro. El desafío ya no es gestionar bien: el desafío es inspirar. Porque el partido ya empezó, y la tribuna no va a esperar eternamente para elegir a su nuevo líder.