No sé ni por dónde empezar. Los miedos de hace meses me sacuden tan reales que asustan. Pero asustan por el contenido. No se que tanto valga pensar esto, ¿a alguien le importa?. El voto en blanco fue bajísimo. Sí, pedíamos a “los indecisos” que sortearan el obstáculo de la ambigüedad líquida y se decidieran por al menos preservar conquistas que, entre otras cosas, les posibilitan las formas de vida más básicas. Todas las estrategias de militancias se llevaron a cabo apuntado a esto. Supongo que eso nos hace respirar aún más con esos ánimos de pánico. En lo que a mi respecta es muy personal. Ante negar el terrorismo de estado, los secuestros, las violaciones y desapariciones, al negar que aquel plan económico sea profundamente esclavizante y colonizador. Al negar la libertad de los ciudadanos de decidir por su futuro, ante todo esto que solo es una parte de su plan, para mi no había discusión. La coyuntura se imponía, por más que en algún bar discutiéramos con amigos que si más marxistas, que si más hegelianos, que si más centro y no sé qué. Bueno, efectivamente se trata de la voluntad popular, y con respecto a ello también estoy seguro de que no es la gente fascista. No es la gente la que cree argumentativamente que la venta de órganos esté bien. No es la gente la fundamentalista de criterios y dogmática, no. Esto no es un reflejo, estamos de nuevo discutiendo aspectos fundamentales de la representación política. Qué decir, Argentina no es distinta de un curso al menos Occidental de gobernanza. Donde creo que, entonces sí, Argentina es un caso ejemplar de dos formas de gobernanza que se disputan distintas relaciones que suponen poder efectivo, por ejemplo, el estado. Por un lado un capitalismo tardío, neoliberal, que trasciende los lineamientos y delimitaciones de la Nación/Estado. Por otro lado, algo que aparece justamente sujeto a esto, las formas políticas/democráticas. Que va, no puedo sino retrotraerme ante la desesperación de hace unos meses. Cuando nos juntamos a trazar ideas con este panorama en el imaginario. Bueno, parece que, como sucede bastante seguido, Cristina lo leyó bien. La elección sería de tres tercios, y ganaría quien no llegue al más amplio techo, sino quién sostenga un suelo de votantes fuertes. Así sucedió. Esto trasciende formas a las que nos arraigamos para pensar ciertos conceptos políticos, ¿es necesario repensar esto?. Mi preocupación está en este punto, que se trata de una forma de gobernanza más desterritorializada, menos arraigada. Sí, justo como Hannah Arendt pensó el mal radical. Todo esto es un vómito, ¿qué va a ser de las estructuraciones institucionales y de la condición de acción del por entonces oficialismo y oposición?, este punto me parece central, pero lo pienso mientras en el fondo tengo miedo por las persecuciones. Hace unos meses se llevó a cabo una jornada en la ciudad de Córdoba, disertaciones de gente que se dedica a la Filosofía. Hacia el final, algunas infancias dejaron preguntas para ellos. Una fue, ¿la democracia tiene papá y mamá?. Sonreí un poco ante la pregunta, me enterneció. Mattio, uno de los profesores de la Facultad de Filosofía de la UNC, espontáneamente tomó el micrófono y respondió. “No lo sé, pero seguro si tiene abuelas”.
Lamentablemente ahora nos encontramos librados a la suerte de especular. Pero con la obligación de resistir y trabajar, más que nunca. Lo que primero se piensa es, o bien Milei se “castifica”, y tiende a direccionar sus decisiones institucionales hacia los intereses de una derecha y ultraderecha neoliberal más centrada y de conservación en términos positivos. Esto es, no ejerce la transformación fagocitada desde la violencia y el resentimiento que tanto mencionó. O bien Milei se enfrentará a pagar los costos tanto institucionales y sociales de un plan que parece no ver horizontes muy amplios de una posibilidad efectiva. Esto es, saltan hacia arriba en la forma de crisis nacional las impracticables implementaciones que pretende. Pero aún quedan muchísimos días de gobernanza para el oficialismo. No solo muchos, también densos. Estos días serán centrales. Tenemos claras evidencias y frescas historias de cómo es que se puede atentar contra cierto orden de la democracia desde, por ejemplo, la especulación financiera y la agitación de la conflictividad social. Quiero decir, prestemos atención a estos próximos días, pueden decirnos muchos sobre el bando ganador, sobre cómo se dispondrá al diálogo y a la diferencia, y qué tan legítimo creamos que esto sea.
Me gustaría cerrar con una pequeña cosa. Tuve una charla entre mates, hace unas semanas, en la galería de una casita en La Rioja, al pie de las primeras montañas de las cordilleras con alguien que sufrió de primera mano el horror del terrorismo de Estado. El sacó un álbum de fotos sobre cómo se construyó la casa. Aparecía su familia, y un hermoso proceso íntimo que sin conocerme, me confió. Me comentó sobre trabajos sociales que llevaron a cabo con personas que no querían partidizarse pero tampoco dejar a los chicos más vulnerables fuera. Los visitaban un día por semana y hacían distintas actividades. “Los ya adolescentes no nos daban bola”, me dijo, “pero los más chicos nos esperaban entusiasmados, era lo más importante para ellos”. Luego de trabajar con personajes de la sociedad muy conocidos en justicia social para garantizar cosas básicas ahí donde nada hay, se fueron apartando y ese lugar lo tomó el gobierno de la ciudad de La Rioja de por aquel entonces, hace ya unas cuantas décadas. Ellos construyeron una plaza en gran medida por y para esta comunidad, y sobre todo por y para aquellos niños. Para la organización de la inauguración de la plaza, me comentaba Carlos mientras ya habíamos cambiado de alimento y compartíamos una cena junto a un compañero con quien presentamos un trabajo horas antes en un Congreso, las autoridades les pidieron a los niños que nombraran a la plaza. Ellos, ninguno mayor de once o doce años, dijeron sí. La llamaron, “Los que vienen”.
Los que vienen, esto me queda haciendo eco en la cabeza. A no aflojar, lo común está en disputa, así como el sentido y la posibilidad material más básica de quienes lo enuncian. Los que vienen portan la potencia de un futuro. Hoy, ese futuro seguramente está bastante conquistado por una derecha que logró incentivar un imaginario. Crear una esperanza. Es ésta una tarea, y será una tarea de los que vienen.
Bueno, está por dar su discurso Milei, acaba de ganar.
Por Rodrigo Nicolás Romero