Tras las intensas lluvias de marzo, en varias localidades del Valle de Paravachasca han reaparecido vertientes naturales en calles y espacios públicos. Hablamos con el geólogo Roberto Cravero, quien explicó por qué sucede este fenómeno, cuáles son sus consecuencias y cómo se puede mitigar.
“Después de la sequía, de la tierra brota agua”, podría titularse este capítulo del Valle de Paravachasca, si estuviéramos escribiendo un libro de realismo geográfico. Las recientes lluvias de marzo provocaron un fenómeno tan ancestral como natural: el renacer de vertientes. En calles, en plazas, incluso dentro de algunas casas, el agua volvió a brotar desde las entrañas del suelo, generando asombro, preocupación y algunos trastornos urbanos. ¿Qué está pasando?
Para entender este proceso, dialogamos con el geólogo Roberto Cravero, quien lo explica con sencillez y contundencia: “Venimos de varios años secos, y con tanta lluvia acumulada en poco tiempo, se reactivaron vertientes que estaban ocultas o inactivas”, señala.
¿Por qué aparecen estas vertientes?
Cravero explica que la clave está en la geología del terreno serrano, donde conviven capas de roca —impermeables— y suelos más sueltos y permeables. En épocas húmedas, el agua se infiltra hasta saturar el suelo. Cuando ya no hay más espacio, comienza a escurrirse por zonas de contacto entre la roca y el suelo, y ahí es donde las vertientes aparecen, muchas veces de forma sorpresiva, incluso en zonas urbanizadas.
“El agua siempre buscará el camino más fácil. A veces ese camino termina siendo una calle, una vereda o el living de una casa”, advierte.
¿Se puede prevenir este fenómeno?
La respuesta corta es no, pero sí se pueden mitigar sus efectos. “No se puede evitar que el agua fluya, pero se la puede encauzar: en las casas se instalan drenajes, y en las calles, se pueden construir canales de desvío o cunetas permeables”, explica el especialista.
Las comunas y municipios entonces, deben responder con infraestructura flexible, y sobre todo, con planificación urbana que tenga en cuenta esta realidad geológica: “No es una novedad, pero sí hay muchos nuevos habitantes que no conocían esta dinámica que es parte de nuestra naturaleza y además, es algo que no venía ocurriendo con frecuencia”, agrega.
El doble filo del agua
Si bien la emergencia de vertientes genera molestias (ruptura de calles, humedad en viviendas, complicaciones sanitarias en zonas sin red cloacal), también tiene su cara positiva. “Esa agua es clave para la flora nativa y, a largo plazo, contribuye a recargar los acuíferos que alimentan nuestros reservorios de agua potable”, afirma Cravero.
En definitiva, las vertientes son parte del equilibrio natural del ecosistema serrano. El desafío está en aprender a convivir con ellas, respetando los ritmos del agua y adaptando nuestras construcciones a la lógica de la montaña.
Roberto Cravero: Geólogo. Esp. Geotecnia. Est. de peligrosidad ambiental. SEGEMAR, Servicio Geológico Minero Argentino.