Los activistas animalistas del país quieren acabar con todo tipo de experimentación con seres vivos.
Suiza votará el domingo para decidir si se convierte en el primer país del mundo que prohíbe por completo las pruebas médicas en animales, después de que los defensores de los animales reunieran suficiente apoyo para celebrar un referéndum en el país, que alberga un enorme sector farmacéutico. Más de 550.000 animales murieron en pruebas de laboratorio en 2020 en Suiza, según las estadísticas oficiales. La cifra incluye 400.000 ratones y ratas, casi 4.600 perros, 1.500 gatos y 1.600 caballos. También murieron primates, vacas, cerdos, peces y aves durante y después de los experimentos.
“Es cruel e innecesario experimentar con animales y estoy seguro de que podemos desarrollar medicamentos sin ello”, dijo Renato Werndli, un médico del noreste de Suiza que lanzó la iniciativa bajo el sistema suizo de democracia directa. El resultado del referéndum será vinculante. Sin embargo, no se espera que la prohibición se apruebe, para alivio del sector farmacéutico, que ha advertido que la medida detendría el desarrollo de nuevos medicamentos y obligaría a las empresas e investigadores a trasladarse al extranjero.
Más de 550.000 animales murieron en pruebas de laboratorio en 2020 en Suiza
“No debemos explotar a los animales para nuestros propios fines egoístas”, dijo Werndli, quien afirma que métodos de investigación como los biochips —pequeños chips que albergan un gran número de reacciones bioquímicas—, las simulaciones por ordenador o las microdosis en humanos son más eficaces que los ensayos con animales. El grupo de presión farmacéutico Interpharma afirma que el sector, que incluye empresas como Roche y Novartis , contribuye en un 9% a la economía suiza, incluidos los efectos indirectos, y genera casi la mitad de las exportaciones del país.
Interpharma ha liderado la oposición del sector, afirmando que las propuestas serían devastadoras si se aprobaran. “La investigación farmacéutica, los estudios clínicos en los hospitales y la investigación básica en las universidades (…) dejarían de ser posibles”, afirmó el director general de Interpharma, René Buholzer.
Los jefes del sector farmacéutico afirmaron que la prohibición de los ensayos con animales podría suponer el fin de los nuevos medicamentos. “Creo que se ha visto en los tiempos de Covid lo importante que es descubrir nuevas vacunas, lo importante que son los nuevos medicamentos. Y se han ensayado en animales”, dijo a Reuters el director general de Idorsia, Jean-Paul Clozel.
El sector farmacéutico se muestra preocupado por la prohibición de los ensayos
Maries van den Broek, de la Universidad de Zúrich, lleva a cabo una investigación en la que se implantan tumores en ratones para estudiar cómo se puede reforzar su sistema inmunitario para combatir el cáncer. “Como no comprendemos ni el 10% de los procesos que tienen lugar en el interior de un tumor, es imposible utilizar modelos informáticos o cultivos celulares para entender la compleja biología del cáncer”, explicó.
Antes de que los científicos inicien un experimento con animales, deben demostrar que no hay otra alternativa y que su investigación es importante. “Utilizamos unos 750 ratones al año. Todos mueren al final del experimento, pero no hay alternativa”, dijo. “Sin este experimento en particular, no podríamos desarrollar tratamientos que salven vidas humanas”.
Los últimos sondeos de opinión muestran solo un 26% de los votantes a favor de la prohibición y un 68% en contra. Suiza celebra referendos cuatro veces al año, y el año pasado se votó a favor de las restricciones al coronavirus propuestas por el Gobierno y de la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo.
Werndli dijo que la campaña había sensibilizado sobre la difícil situación de los animales de laboratorio, y seguía teniendo esperanzas de éxito. “Espero que finalmente podamos cambiar y que Suiza pueda ser un ejemplo positivo para el resto del mundo para ayudar a detener el sufrimiento de los animales”, dijo. (Información de John Revill; información adicional de Paul Arnold; edición de Alexandra Hudson; traducido por Tomás Cobos).
Fuente: La Vanguardia