Santa María en campaña: señales, silencios y la sutil incomodidad del cordobesismo

La foto fue correcta. El tono, cordial. Las formas, impecables. Pero debajo de la mesa de la reunión entre los intendentes y jefes comunales del Departamento Santa María, el ministro Manuel Calvo y el legislador Facundo Torres, lo que se sirvió fue un menú más político que institucional. Porque a esta altura, nadie niega que Córdoba está en modo campaña. Y que el cordobesismo necesita aceitar la maquinaria, pero sobre todo alinear tropas… 

La consigna de la Provincia es clara: federalismo, cercanía, gestión y territorio. Pero también hay algo de pragmatismo electoral detrás de cada encuentro departamental, como el que se dio con integrantes de Santa María. El peronismo cordobés –ese que alguna vez fue puro y hoy funciona como una coalición quirúrgicamente contenida por Llaryora y su mesa chica– ya no puede disimular los desafíos internos: hay que salir a caminar el territorio, pero con certezas políticas en la mochila.

Y ahí es donde surgen las preguntas que nadie formuló en voz alta, pero todos se hicieron de camino a casa:

  • ¿Qué va a pasar con Pablo Riveros, ese dirigente verde con despacho en el Ministerio de Ambiente pero con autonomía partidaria cada vez más visible? ¿Hasta dónde lo van a dejar jugar con estructura propia, candidatos propios y recorrido paralelo? Porque si el cordobesismo lo mira de costado pero no lo encuadra, corre el riesgo de multiplicar tribus en vez de sumar músculo.
  • Y no es el único. En este supuesto “federalismo cordobés donde todo le llega a todos”, como repiten en el Panal, también flota la incógnita Orlando Ardúh: ¿Qué papel va a jugar el ministro radical con billetera y poder territorial real, que sigue repartiéndose influencia en distintos puntos de la provincia que son del palo? Su pertenencia política es distinta, pero su presencia es concreta. Y muchos se preguntan hasta dónde se le va a permitir construir, y con qué fines.
  • Como si todo esto fuera poco, ahora hay que sumar la movida silenciosa pero decidida de Natalia de la Sota, que afina su candidatura por fuera del cordobesismo, tejida con alianzas progresistas y con nombres que incomodan a más de uno. Entre ellos, Pablo Riveros —sí, el mismo Riveros que todavía tiene despacho en el Ministerio de Ambiente—, ahora aparece como socio político en la lista. ¿Cómo se digiere eso en el Panal? ¿Cómo se explica que un funcionario activo esté en una boleta que va por fuera? Lo que para algunos es amplitud, para otros es doble juego. Y en un escenario donde cada lealtad cuenta, el margen para la ambigüedad se achica peligrosamente.

Porque no se trata solo de gestionar bien. También hay que saber quién capitaliza. Y si los intendentes peronistas que militan el cordobesismo todos los días no sienten el respaldo político y logístico de su propio espacio, el “modelo Córdoba” puede empezar a resquebrajarse por sus propias tensiones internas

El otro gran lema que sobrevoló la reunión fue uno que todos comparten, sin importar el color partidario:

  • La Nación nos abandonó. No hay plata. No hay asistencia. No hay coparticipación que alcance. La seguridad es una deuda. La salud, un problema crónico. La recaudación, una curva en bajada. Pero con eso hay que salir a hacer campaña. Con eso, y con lo que queda de épica cordobesista.

El oficialismo provincial necesita que los intendentes y jefes comunales salgan a poner la cara, barrio por barrio, timbre por timbre. Pero también deberá hacer su parte: garantizar espacios, recursos, respaldo político y –sobre todo– claridad sobre las reglas del juego.

El Departamento Santa María puso las cartas sobre la mesa. O, al menos, dejaron que algunas se asomen. Habrá que ver si las respuestas llegan antes de que empiece la partida.