Lo dijo el tenor altagraciense en el marco del Segundo Encuentro Internacional de Solidaridad Literaria. Habló sobre la importancia de que quienes tienen el poder de manejar los fondos, fomenten esta práctica tan antigua y acompañen a los valores que año a año surgen.
Luis Lima, el destacado tenor de la ciudad de Alta Gracia, que ya dejó las giras hace varios años, se emocionó al reflexionar sobre esta expresión artística y dijo lo importante que sería que quienes pueden hacer algo al respecto, lo hagan.
“La ópera se ha muerto, y aunque esté viva, nadie la saca del cementerio”, dijo parafraseando a Serrat, y agregó: “La ópera está muriendo, y nadie hace nada para salvarla. Ha perdido auge en los gobiernos que manejan la plata. Nosotros tenemos una provincia que cuenta con los mejores del país, hay más de cinco tenores internacionales nacidos en Córdoba, y hay muchos más de cinco esperando para salir”, manifestó entre otras cosas.
Luego de reflexionar sobre el rol de los gobiernos en esta “inevitable realidad”, dijo, interpretó varios temas musicales con la compañía del abogado y músico Ricardo Bueno; “mi banda”, según lo catalogó.
LA ÓPERA
La ópera nació en Florencia a finales del siglo XVI. En esa época, Florencia era uno de los focos culturales y artísticos más importantes de Italia. Con la Camerata florentina nació la ópera cuando un grupo de nobles italianos combinaron el arte de la canción con el drama de una historia narrada, acentuando el contenido de los textos.
El nacimiento de la ópera marcó también el comienzo de la música del Barroco. Pero, si bien la cultura y arte del Renacimiento había pretendido que el hombre se reencontrara consigo mismo volviendo la mirada a la Antigüedad clásica, de la que quedaban muchos vestigios de otras bellas artes. Pero esto no sucedía en la música renacentista.
Para solucionarlo, y tratando de imitar la tragedia griega, que reunía en si todos los elementos del teatro (poesía, música y danza), un grupo de humanistas y artistas se reunía en Florencia a finales del siglo XVI, en los salones de los condes Bardi y Corsi. Buscaban un nuevo estilo en el que, fundidas palabras y música, se produjera una mayor expresión dramática. Artistas y humanistas se agrupaban bajo el nombre de Camerata florentina. De este grupo nacería la ópera.
La primera consecuencia fue el nacimiento del recitativo melódico, especie de cantinela siguiendo los acentos del texto, acompañada por el bajo continuo e interrumpida por el coro. Lo practicó con éxito Vincenzo Galilei (1520-1591), padre del astrónomo Galileo, que compuso e interpretó él mismo una escena dramática sobre el lamento de Ugolino de la Divina Comedia de Dante.
Estimulado por este éxito, el conde Bardt encargó al dramaturgo Ottavio Rinuccini (1562-1621) y a los músicos Jacopo Peri (1561-1633) y Giulio Caccini (hacia 1550-1618) que escribieran obras en el nuevo estilo. Así nació la Dafne, que es considerada la primera ópera de la historia. Esta obra se representó durante el carnaval de 1597 en el Palacio Corsi y cuya música se ha perdido.
Tres años más tarde, durante las fiestas celebradas con motivo de la boda de Maria de Médicis con Enrique IV de Francia, se estrenó en el Palacio Pitti la ópera Eurídice, primera que se conserva íntegra. El texto lo escribió Rinuccini y la música fue compuesta por Pen, con algunos coros de Caccini.
El paso siguiente al recitativo melódico surgió de la necesidad de que las voces solistas interpretaran fragmentos que requerían más aire, soltura melódica e incluso un ligero acompañamiento instrumental. Apareció de esta forma el aria, composición independiente para voz solista, generalmente con acompañamiento, y de carácter lineo, en la que el intérprete desarrolla sus mejores cualidades expresivas. Suele ir ubicada en el transcurso de una forma más amplia, como una ópera, un oratorio o una cantata.