En un indicio claro, el candidato a gobernador activó el operativo para que los comicios locales coincidiesen con los provinciales.
Un engranaje clave para la estrategia del peronismo de Córdoba está en marcha: pegar las elecciones municipales a las provinciales para garantizar que el aparato movilice los votos que necesitará Martín Llaryora para ser el próximo gobernador de Córdoba; en una elección con múltiples complejidades para él, entre ellas, la unidad de Juntos por el Cambio.
Esta estrategia, pergeñada por José Manuel de la Sota en 1998 y que resultaría fundamental para el PJ en las elecciones de 2007, cuando Juan Schiaretti ganó una controvertida elección por un puñado de votos, tiene hasta ahora el apoyo de 100 jefes comunales, pero espera sumar en los próximos días a los del departamento Río Primero.
Hasta ahora, Llaryora logró el compromiso de 25 intendentes de San Justo, su departamento de origen; 13 de Río Segundo; 8 del estratégico departamento Colón, el segundo de la provincia en cantidad de electores; 10 de San Alberto y otros 10 en San Javier, en el oeste provincial, donde el peronismo espera un impacto electoral por el siniestro vial que protagonizó meses atrás el caudillo de la zona, Oscar González; 7 en Minas; 5 en Cruz del Eje y 11 de los departamentos Totoral, Río Seco y Sobremonte.
A este mapa le faltan piezas: qué harán los intendentes radicales a la hora de convocar a elecciones. Hasta ahora, y en general, estos despegaron sus comicios locales de los provinciales, para no ser arrastrados por la ola del peronismo provincial. Pero en esta oportunidad no hay certezas. El único radical que convocó, el deloreista puro Gustavo Bottasso (Hernando), adelantó la elección local al 26 de marzo, lo que generó cierto malestar en Juntos por el Cambio.