La obra de la autovía que busca agilizar el tránsito se enfrenta con la imprudencia cotidiana. Ofrecer vías más rápidas parece no ser la única solución.
Un nuevo accidente violento en la ruta 5 puso de relieve que la imprudencia no es propiedad de la temporada veraniega ni las jornadas de entrada masiva a los Valles de Paravachasca y Calamuchita.
En una jornada de tránsito regular, fuera de la hora pico, protagonistas del tránsito local, es decir, algo que la autovía no viene a suplantar, se dio en la localidad de La Bolsa una muestra bestial que la educación vial no será reemplazada por obras grandilocuentes.
Tres vehículos protagonizaron un choque absolutamente evitable, si uno de los conductores no hubiese realizado un sobrepaso en un lugar indebido, esta maniobra puso en riesgo la vida de seis personas, derivando a tres de ellas a recibir atención médica con un pronóstico reservado.
No planteamos la necesidad de autovía No o SI, entrar en esa discusión es una trampa, que reduce el análisis a una simplificación trivial de quienes se paran de un lado o del otro.
Las obras viales agilizarán el tráfico en puntos neurálgicos, pero la imprudencia no se soluciona con cemento, sino con educación.
La imprudencia se construye, no es el resultado de un solo acto deliberado, entregar licencias de conducir sin examen de manejo, como varias localidades del departamento, suma peligro a las rutas o futuras autovías.
La nula educación vial en las diferentes etapas escolares, la ausencia de jornadas formativas y de prevención, van construyendo una atmósfera de inseguridad y riesgo que terminan en el resultado de accidentes violentos como resultado de la ausencia total de políticas públicas que brinden la construcción de conciencia y cuidado del otro.
Lamentarse ante un hecho de esta magnitud, sosteniendo que la única solución es ampliar carriles sin controlar la emisión de licencias ni educar, parece un acto cargado de hipocresía, desatendiendo el problema de fondo sin ofrecer ningún cambio a mediano o largo plazo.