Como una costumbre fagocitada desde el entusiasmo año tras año, el Festival Monumental Sierras tuvo una nueva edición, llevada adelante en el histórico Cine Teatro de la ciudad, con una amplísima concurrencia en cada una de sus jornadas. En este marco, Mi Valle dialogó con Luis Ziembrowski, quién generó uno de los momentos más emocionantes de las jornadas.
La noche del pasado domingo se cerró con una nueva edición del Festival Monumental Sierras en la ciudad de Alta Gracia, entre salas llenas y una gran cuota de emotividad. En particular, la edición de este año se sitúa en un momento de crisis profunda. Bajo un halo de desfinanciamiento como ataque lento y progresivo por un lado, y emociones tanto vehementes como reaccionarias frente a elementos de lo común, por otro, sectores conservadores, tradicionales y novedosos, representan la situacionalidad de las emociones políticas en el país. En este marco, la fecunda reproducción de actividades ejemplares como el mencionado Festival, demuestran no solo lo ineludible de la expresión cultural, también dan cuenta de una actitud positiva. Eso del hacer afirmando.
Así, las últimas luces que iluminaron el caer del fin de semana en la ciudad, fueron impulsadas por jóvenes voces y experiencias reivindicativas. Todas formas de apertura. Y justo ahí, el Festival volvió sobre la posibilidad de otorgar espacio y tiempo a sectores atacados tanto desde la institucionalidad nacional, como desde cierta razón ético/moral, marcadamente utilitarista.
Bien, pasadas las 20:00hs, Mi Valle tuvo la oportunidad de charlar con quien representó uno de los momentos más emotivos de las jornadas. Se trata de Luis Ziembrowski y su producción, “El Villano”. En ella la ficción y lo real proponen su inseparabilidad en la relación que Luis tiene con su padre. Esa relación, la paternal, que siempre supone un nudo de identidades. De todos modos, la película circunda motivos que son, a su vez, el fin del lugar en que fue presentada. Para el actor, una forma de mediación. Mismo fin que comparte con la intención de todo aquello que moviliza el festival. Para éste, una mediación que es la irrevocable aparición del pasado y el futuro en su condición de emergencia. Claro, esto se da en un momento subjetivo, personal. Pero esta mediación, en tanto y en cuanto da libertad a nuevas experiencias y reproduce otras, no sólo da cuenta de las herramientas con la que esto es posible a nivel cultural, también explicita cuánto pueda serlo.

Por eso, luego de algún agradecimiento personal, ondulante entre lo plácido y el sollozo, surgió la siguiente pregunta.
Luis, en uno de los momentos de la película, donde se describe la actividad delictiva del padre -’tu ‘viejo, en realidad mencioné-, se habla de esa actividad como una performance que desdobla lo teatral por fuera del escenario y viceversa. ¿Sentiste lo mismo al hacer la película?.
- Bueno, lo que pasa es que, Ragendorfer, el periodista de criminales, como le gusta decirle a él, habla un poco de la construcción del personaje delincuente. La hipótesis es, de alguna manera, entrar y salir de la actuación. Siempre hay un adentro entonces, también. Eso tuvo que ver con los distintos momentos y escenas de la película que me hacían estar más o menos adentro. Como es un diario voy a decir algo que en general no lo digo: hay una escena en la que yo salgo a saludar a la gente después de una función, y mucha gente cree que es verdad esa escena y no es verdad, está construida. Para mí está claro que está construida. Mucha gente dice que con el ‘Puma Goity’ nos peleamos de verdad y no nos peleamos de verdad. Digo, hay cosas que fueron sucediendo, y también necesitábamos un grado de verosimilitud para un momento u otro. Así como las ficciones propiamente dichas están un poco más de back, a la manera ensayística digamos, un poco es eso.
¿Y cómo se trata eso cuando se da un caso como el de esta peli, digo, a la hora de arrancar por el final, dado el material que tenías, y desde ahí ir en retrospectiva?.
- Es que yo no fuí a hacer una película. Fuí a tener un registro que a mi me mediatizaba, la cámara, el reencuentro que tenía con él después de las muertes que tuve ese año, etc. Necesitaba mediatizarlo. Después me di cuenta de que era tan poderoso eso. Lo dejé un montón de tiempo. Tuve que ir a un curso con Ulises Rosell, que es un gran documentalista, con trabajos como “Bonanza”, “El Etnógrafo”. Ulises, un tipo menor que yo, un divino; y en un momento vi que hacía un taller así que fuí y cotejé el material. Llevé fragmentos, edité. En realidad era eso el taller, cotejar cada uno un material y que el resto opinara, y fué muy movilizante y estimulante. Entonces, empecé como a caminar.
Eso te iba a preguntar para terminar, es más íntimo así que, podés no responderlo si querés, ¿en lo subjetivo cómo te sentís al final?. Quiero decir, cuando volvés hoy con la película terminada, la gente, el escenario, sabiendo que a su vez para vos media algo más personal.
- Es que lo fascinante es que todavía hay algo más, eso de la frase de Spinoza que dice ‘nadie sabe qué puede un cuerpo’. Entonces, en ese sentido ese es un desafío ‘cumplido’, por llamarlo de alguna manera. No porque había un objetivo de destino re claro, pero sí sabía que iba, al mover las piezas, por lo menos intentar construirlo.
Y, repitiendo al unísono la palabra ‘además’ al final de la charla, para remarcar lo mucho que supone aquel objetivo, en la pequeña charla -porque fue eso más que una entrevista-, el actor enunció el objetivo de interpelación textualizado en la cita sobre Spinoza. Algo que comparte en expresa intención tanto su obra, el festival, y las relaciones que lo hacen posible; ‘la apertura’, también repetido al unísono luego de aquel ‘además’.