Tanto con esta como con otras aserveraciones un grupo de profesionales calificó la obra de la artista altagracienese. Fue en el marco del ciclo de conversatorios que se realiza en el Museo de la Estancia Jesuítica en Alta Gracia.
Este miércoles por la tarde, en el marco de una videoconferencia, se llevó adelante un conversatorio de amplia concurrencia cuyo objetivo principal radicó en la mirada y el debate de los trabajos expuestos de Hilda Zagaglia y Antolina Vilaseca en el Museo de la Estancia Jesuítica Casa del Virrey Liniers de Alta Gracia.
Ambas artistas plásticas, tanto Antolina -proveniente de la ciudad de Manresa, en Barcelona- como Hilda -altagraciense de carácter internacional profundamente enraizada con tal tierra- explicaron la génesis de este arte contemporáneo tan original que las caracteriza, titulado muchas veces como: “las Cajas”.
Con el saber y el arte como banderas, ambas, conversaron con los integrantes de la plataforma; con especialistas en la materia, tales como el Filósofo Jun Peñafort, y más. Así, el conversatorio tuvo la presencia de trabajadores del museo y público en general.
Durante la charla se evidenció la cercanía entre las dos autoras, contando en palabras de Antolina como, “nos conocimos en una exposición en Florencia”, donde las autoras reconocieron grandes similitudes tanto en sus obras como en los rasgos social/histórico de ambas ciudades
El trabajo de Hilda en relación a las cajas y su lenguaje, empezó en los años 80: “una ruptura artística como una nueva forma de arte”, manifestaron en el conversatorio. “Es un trabajo que hacía en el taller, pero que no mostraba aún”, explicó la artista y agregó, “al principio trabajé con objetos descartables, directos de una chatarrería, de ahí los buscaba.
La artista recordó una frase que su padre “con su rebeldía” repetía a menudo…”que las paredes pertenecientes a la edificación de la Estancia las habían labrado esclavos”. “Es el misterio de la vergüenza oculta de Alta Gracia, una forma de revindicar y conocer la historia de la ciudad”, expresó la artista.
El conversatorio fue un repaso y análisis por las obras de Hilda Zagaglia donde diferentes especialistas, otorgaron a la charla una interpretación de la obra; evaluando tanto los tintes de cada exposición, es decir la composición de cada obra en particular y por consiguiente su interpretación. En ello se se hicieron presente vistas en relación al modus artístico, los rasgos históricos y contextuales que cada engranaje de composición brindaba, para un entendimiento mayor del público virtualmente presente. A raíz de esta nueva forma de presentación, entendida como los síntomas de esta pandemia, la artista comentó a cerca de su utilización y actualidad que, “la tecnología invade necesariamente, y debe de estar al servicio de la cultura, usarla para ella y no como un medio distractivo, si no como un medio de aprendizaje, de conocimiento, de hacer partícipe. Esta muy bueno, porque incluso si no hubiera pandemia… poder estar con gente de España, y de distintos lugares y provincias, que podían hacer sus preguntas o escuchar. Está claro que no es lo mismo que una muestra normal, no está el objeto vibrante delante tuyo, pero antes que la nada y en este marco, usemos estos elementos”, explicó Zagaglia.
En relación a cómo se dio el conversatorio y las intervenciones, Hilda relató que “el museo también hace mucho esfuerzo, pone mucha voluntad dentro de este contexto para la organización. Tecnológicamente se dio perfecto. Sebastián (moderador de la charla), conoce muy bien la obra e hizo un muy buen manejo, sumado claro, a los aportes de cada uno que son muy diversos y de los cuales yo aprendo. Aprendo como la gente ve, desde la cueva de cada uno, o lo que elige, ya que la obra puede interpretarse como, hablar desde lo político, lo mítico, lo ecológico, desde la mujer, la mujer violada que tiene un mensaje para dar”.
A propósito, Peñafort describía el trabajo de Hilda como “un vehículo, una resonancia social del mundo que lo palpa y transmite. Evidenciando así el factor enunciativo y denunciativo; hacer saber lo que está pasando, revindicar y memorizar, como una ética zagagliana”.
Así es como, haciendo hincapié en algunas intervenciones, (aunque muchas dejaremos, pasar puesto que fueron tantas y muy valorables) , se puede resaltar una de ellas que tuvo en su discurso la problemática acerca del maíz y lo transgénico, orientado bajo una obra de la autora donde la vida aparece en forma de un santo cristiano, el niño Jesús y la presencia de la semilla.
Esta es una de las luchas que Hilda lleva adelante hace más de 15 años; a lo que la artista aportó: “los medios (de comunicación) también tienen miedo de tocar lo ecológico, eso es lo que nos pasa, pero si no se toca lo ecológico, no estamos defendiendo la semilla, no estamos defendiendo la vida, de un modo u otro, con mitos, religiones, o sin ellas; el trabajo de lo humano es conservar la vida, no a la guerra, a los químicos y transgénicos”. En este sentido, y ya finalizando, la autora trajo a colación unos versos traducidos de una tablilla de barro procedentes de la cultura Acadio/Sumeria, donde se distinguen las palabras, “un, dos, tres, el mundo del niño es” y “hay que estar preparados para vivir y cuidar la semilla”.