El Valle de Paravachasca atraviesa, una vez más, una situación crítica respecto al agua. Lo que hace algunos años parecía un conflicto estacional hoy se transformó en una problemática estructural, visible en cada comunidad, en cada vecino que abre la canilla y recibe apenas un hilo, y en un río que, en amplios tramos, ya no tiene más que un cauce seco que duele mirar.
La postal se repite: calor en aumento, superpoblación y un sistema que no da abasto. Las comunas trabajan al límite, labrando actas de infracción —más de 250 solo este fin de semana en algunas jurisdicciones— por el llenado de piletas o el uso indebido del agua. Pero aun así, el esfuerzo resulta insuficiente. No porque falte presencia, control o voluntad política, sino porque la dimensión del problema ya excede cualquier medida local.
Un recurso que se agota y un río que lo deja en evidencia
El río Anisacate —ese eje vital que históricamente alimentó a buena parte del valle— muestra en varios sectores un caudal mínimo o directamente inexistente. A simple vista, la situación impresiona; al analizarla, alarma. La combinación de sequías recurrentes, consumo intensificado por la llegada del calor y un crecimiento demográfico explosivo deja expuesta una realidad que ya no se puede esquivar.
Vecinos, turistas y comunas: todos afectados
La falta de agua golpea a quienes viven todo el año, que deben reorganizar su vida cotidiana. También a quienes poseen casas de verano y llegan buscando descanso, y a los turistas que sostienen buena parte de la economía regional. Y golpea, especialmente, a las conducciones comunales que, aun con equipos completos en la calle, controles permanentes y campañas de concientización, siguen viéndose con las manos atadas.
Porque la verdad es una: ninguna comuna tiene los recursos para enfrentar obras multimillonarias de infraestructura. No pueden construir nuevas plantas potabilizadoras, no pueden ampliar acueductos, no pueden garantizar caudales sin inversiones que exceden por completo su escala.
Gestiones que avanzan, pero soluciones que no llegan
La mayoría de las comunas lleva mucho tiempo gestionando ante la Provincia y la Nación obras clave para asegurar el suministro: ampliaciones de acueductos, derivaciones, perforaciones profundas, modernización de sistemas y mejoras en la potabilización. Pero los proyectos avanzan lentamente, los presupuestos no alcanzan y, mientras tanto, miles de familias enfrentan un verano incierto.
La realidad es simple: ninguna campaña de concientización alcanza si no se acompaña con infraestructura acorde al crecimiento del valle.
Una problemática real, dolorosa y urgente
La falta de agua en Paravachasca no es una exageración ni un fenómeno aislado. Es una problemática real, visible, grave. Es dolorosa para quienes viven aquí, para quienes eligen descansar en el valle y para quienes deben gobernar con recursos limitados en un contexto cada vez más hostil.
Y, sobre todo, es urgente. Porque mientras no se ejecuten las obras de fondo, la rueda seguirá girando: controles, infracciones, discusiones, bronca social y un sistema que se resquebraja un poco más cada verano.
Paravachasca necesita infraestructura. Necesita inversiones serias, planificadas y profundas. Lo necesita hoy. Y lo van a agradecer las generaciones que vienen.