El PRO se rompió… y los bullrichistas hacen fila en la peluquería: ¿quién se pone primero la peluca?

El tablero político nacional acaba de moverse. Otra vez. El bloque del PRO en Diputados se rompió: siete legisladores que responden a Patricia Bullrich pegaron el portazo y se subieron a la ola violeta de Javier Milei. El argumento, dicho en voz baja en los pasillos del Congreso, es simple: La sociedad ya eligió quién lleva la posta del cambio.”

Pero lo que empieza a retumbar en Córdoba —donde el macrismo alguna vez fue una marca de prestigio y hoy parece una franquicia descolorida— es otra pregunta:
¿Qué harán los dirigentes locales que se referencian en Bullrich?

¿Seguirán el camino de Damián Arabia y Laura Rodríguez Machado, abrazando sin pudor el nuevo oficialismo libertario?  ¿O se quedarán intentando inflar el globo amarillo que ya perdió aire?

En clave Paravachasca

El escenario provincial tiene nombres propio, por mencionar algunos…

  • Ignacio Sala, el legislador que durante semanas evitó definirse… ¿dará el paso y oficializará su salida del PRO?
  • Ricardo González, referente en Alta Gracia, ¿buscará su lugar bajo el paraguas bullrichista dentro del armado libertario?
  • Lucas Bettiol, concejal de Malagueño, ¿seguirá el mismo rumbo o preferirá mantener el perfil bajo mientras sopla el viento violeta?

La foto empieza a cambiar rápido, y nadie quiere quedarse fuera del encuadre.

El efecto dominó

El PRO cordobés, que alguna vez fue el partido más ordenado y con vocación de poder, hoy parece un mosaico en ebullición.
Mientras Macri intenta preservar “la marca” pensando en 2027, Bullrich —empoderada desde el Ministerio de Seguridad y con olfato político intacto— avanza en silencio.
Su jugada es pragmática: “Me siguen a mí y al proyecto de país”, dicen que repite en privado.

Y en esa frase, quizá, esté la clave de la nueva etapa: el liderazgo ya no es ideológico, sino de supervivencia.

En los despachos de Córdoba todos se miran de reojo.
El dilema no es solo político, sino existencial: ¿ser o parecer?  ¿Resistir en la nostalgia amarilla o reinventarse bajo el nuevo color dominante del poder?

La respuesta —como casi siempre— no vendrá de los comunicados, sino de los movimientos concretos: las alianzas, las fotos y las bancas. Mientras tanto, la ola violeta no espera a nadie.