¿Con qué vara se mide? (Y no, no es una metáfora liviana)

La ex legisladora radical de Alta Gracia, Marisa Carrillo, quien se presentó siempre con su boina blanca bien ajustada, defendiendo los valores del radicalismo y reclamando coherencia partidaria, hoy parece moverse en un jardín con vientos cruzados. Porque mientras critica desde su posición al jefe comunal de Rafael García —quien se sacó la foto con Provincias Unidas y cuyo distrito le dio la victoria en la legislativa—, ella aparece en redes sociales posando junto a referentes que hoy ocupan lugares de poder en la “Libertad Avanza”, es decir, están del otro lado del mostrador (o no?)

Marisa sostiene el podio de la pureza radical pero… hay registros de la manera en que un centenar de radicales manifestaron su apoyo a Patricia Bullrich en su carrera hacia 2023, y el radicalismo de Córdoba se vio dividido entre polos como Horacio Rodríguez Larreta y Bullrich.
Marisa estuvo allí.

Entonces, la pregunta queda flotando en el aire caliente de la política local: ¿con qué vara medimos cuando se trata de “quién fija las reglas”? Reclamamos disciplina partidaria y claridad ideológica del otro lado, pero ¿y la nuestra? ¿Y la de quienes critican al que posa con un frente, mientras ellas posan con otro?

Porque si la vara es la coherencia interna, el jefe comunal Eduardo Romero ya la exhibió: foto con Provincias Unidas, en territorio que le dio triunfo a ese frente. Un caso similar ocurre con el ex candidato a intendente Leandro Morer, muy cercano también al mismo frente, aparece en actos públicos mientras mantiene la retórica radical.
Entonces, ¿quién le pone el cascabel al gato?

Cuando la ex legisladora radical pide cuentas, llama a la responsabilidad, exige que «el radicalismo se vea con sus colores», también debería preguntarse —y hacérselo saber a su público—: ¿por qué se deja ver con quienes hoy juegan en otro equipo?
No se trata de anatemas o listados de “traiciones”, sino de transparencia. Si uno reclama coherencia ideológica, debe estar dispuesto a mostrar que la vive y no solo la proclama.
Porque en política —y más aún en territorio— las fotos hablan. Y las redes no olvidan.