El ex ministro afirma que un desdoblamiento cambiario permitiría ahorrar 10.000 millones de dólares y mejorar las chances electorales de FdT. La experiencia del Plan Primavera.
Mientras los economistas intentan estimar la cantidad de dólares que faltarán por la sequía, en el frente financiero hay más certezas. En 2023 podrían reducirse las exportaciones agroindustriales entre 5.000 y 12.000 millones de dólares. En cambio, solo considerando el calendario de los pagos al FMI, el resultado financiero va a ser negativo por unos 2.000 millones de dólares.
Por eso, para Domingo Cavallo, este año Massa sí o sí debería romper con el actual esquema de cotizaciones diferenciales (dólar tarjeta, dólar Qatar, dólar bolsa, dólar soja, contado con liquidación, dólar blue…) y simplificar el mercado con un desdoblamiento: el dólar oficial exclusivamente para el comercio internacional y un segundo mercado para todo lo demás (turismo, otros servicios, activos financieros, capitales).
A decir verdad, el padre de la Convertibilidad lleva años insistiendo con el desdoblamiento del mercado de cambios. Ahora, con la certeza de que el flujo de divisas será sustancialmente menor al del año pasado, según Cavallo, Economía no puede volver a darse el lujo de perder en el Mercado Único Libre de Cambios más de 10.000 millones de dólares de las reservas internacionales. De acuerdo a sus cálculos, si le hubieran hecho caso, Argentina se habría ahorrado 10.800 millones de dólares (5.100 millones en 2021 y 7.100 en 2020).
Cavallo advierte que en el escenario actual “semejante pérdida de reservas llevaría a fuertes expectativas de devaluación, a menos que el gobierno disponga una restricción adicional de los pagos por importaciones. Inexorablemente se asistirá al dilema de optar entre una devaluación del tipo de cambio en el mercado oficial o producir una restricción de importaciones de fuerte efecto recesivo. Es un dilema muy desafiante para la política en un año electoral”, evaluó el ex ministro.
“Si en orden a evitar este dilema, el gobierno finalmente deja que funcione un mercado libre de cambios y deriva hacia ese mercado la demanda de dólares para pago de servicios y amortizaciones financieras del sector privado, se planteará como cuestión a resolver cómo se manejará la política monetaria para tratar de que el tipo de cambio en el mercado libre no se aleje demasiado del tipo de cambio comercial. Sin duda, será necesario mantener tasas de interés fuertemente positivas, algo que, por otro lado, será imprescindible para lograr renovar los vencimientos de la deuda en pesos del Tesoro y del Banco Central. Es difícil imaginar un curso de acción más favorable para las chances electorales del frente de todos”, concluyó.
Las ventajas teóricas de este modelo son varias. En primer lugar, el efecto “mecánico” de derivar el déficit por servicios de turismo del MULC aliviaría la presión sobre las reservas, aunque también haría subir algo más la cotización paralela. En segundo lugar, le aportaría volumen al mercado del dólar financiero de modo que ya no sería posible manipular el precio con solo algunas transacciones voluminosas como sucede en el mercado del dólar blue, por ejemplo. El mismo presidente de la CNV, Sebastián Negri, celebró el efecto “volumen” que tuvo sobre el mercado del dólar bolsa el hecho de que el Banco Central autorizara a las tarjetas de crédito a liquidar en ese segmento las operaciones con tarjeta de crédito de turistas extranjeros.
“Me parece mucho mejor de lo existe hoy. Y si lo hicieran solo tiene sentido como una forma de ganar tiempo mientras se ordena lo fiscal-monetario. Hacerlo en simultáneo a mantener todo ese desorden tampoco tiene sentido”, consideró el economista en jefe de Invecq, Matías Surt. “Igual no creo que lo hagan”, acotó.
En la práctica, sería sincerar un segundo tipo de cambio. Y el trabajo del Banco Central sería administrar la brecha cambiaria entre ambas cotizaciones. Las herramientas tradicionales para eso son las tasas de interés y las operaciones de mercado abierto. Pero esta últimas están vedadas por el acuerdo con el FMI que le prohíbe vender reservas para controlar el tipo de cambio.
En este sentido tal y como advierte el economista y director de Anker, Federico Furiase, la estrategia que postula Cavallo no está exenta de riesgos. “El obstáculo principal que veo para un esquema de desdoblamiento puro es que eso implicaría tener un dólar financiero libre y eso implicaría un riesgo para la situación actual en la que tenemos un excedente estructural de pesos y bajo nivel de reservas. Esto podría generar una presión fuerte en el dólar financiero en el arranque, disparando la inflación y las expectativas, partiendo de la actual inercia inflacionaria”.
“El Gobierno lo que tiene hoy es un equilibrio subóptimo en el que interviene en todos los frentes. Por ejemplo, con la recompra de bonos pudo intervenir en el dólar bolsa y el contado con liqui; con el dólar-soja pudo poner un tipo de cambio preferencial transitorio para recomponer reservas sin convalidar una devaluación del dólar oficial, lo que repercutiría en una inflación adicional en alimentos. Me parece que este esquema va a ser el que se va a seguir utilizando este año electoral, aunque tiene sus problemas porque las intervenciones de esta naturaleza implican o perder reservas o aumentar la emisión monetaria que después se barre bajo la alfombra de las Leliqs y agranda los desequilibrios”, dijo Furiase.
En la historia, hablar de desdoblamiento cambiario en un año electoral es hablar del Plan Primavera de agosto de 1988. La idea de Juan Sourrouille para la política cambiaria no era tan distinta de la que recomienda Cavallo: recomponer reservas internacionales comprando divisas en el MULC y girar todas las demás transacciones en el segmento del dólar financiero. En este segmento, el Banco Central podría usar las reservas y las tasas de interés para contener la brecha cambiaria y así contener los muchos desequilibrios, mientras Economía se encargaba de achicar el déficit y ordenar el resto de la macro, en un contexto de acuerdos de precios y salarios.
Las altísimas tasas de interés, de hecho, hicieron que los pasivos del Banco Central en australes se espiralizaran al punto en que ya no había reservas con las que contener el desarme de esos pasivos contra dólares en el mercado financiero. Y en febrero de 1989 José Luis Machinea, por entonces presidente del Banco Central, suspendió la venta de reservas en el mercado y se desencadenó la hiperinflación.
“La clave para todo plan es recomponer reservas y bajar la emisión monetaria asociada al déficit fiscal. Sin eso, cualquier esquema puede fallar”, concluyó Furiase.
Fuente. La Política Online