Un fallo dictado horas antes de Nochebuena volvió a dejar al desnudo las fallas del sistema cuando la víctima es un niño, tiene discapacidad y nadie escucha a tiempo.
La Justicia dictó una condena de 12 años de prisión por un grave caso de abuso sexual infantil ocurrido en la ciudad de Alta Gracia, en un fallo que se conoció apenas horas antes de Navidad. Más allá de la pena, la sentencia expone una verdad incómoda: el abuso no solo fue cometido por un adulto de confianza, sino también sostenido durante años por el silencio y la inacción institucional.
El condenado era el padrastro del niño, pareja de su madre en aquel entonces, con quien convivía. El abuso ocurrió cuando el niño tenía apenas seis años. Recién seis años después, a los 12, pudo ponerlo en palabras.
No fue porque antes no hubiese señales. Las hubo. Y muchas.
Un niño que habló… pero nadie escuchó
El niño presentaba una discapacidad con trastornos en el habla y en el desarrollo, lo que dificultó enormemente la posibilidad de expresar lo vivido. Aun así, dio indicios en la escuela y frente a un equipo técnico que, según se probó en el juicio, no activó ningún protocolo, no investigó ni informó a la madre.
Ese silencio institucional fue clave.
Las alertas estaban. La obligación de investigar también.
Nada de eso ocurrió.
“La verdad es que no se hizo nada cuando se debió hacer”, señaló la abogada de la familia, Daniela Ferrari. Y ese “no hacer” pesó tanto como el delito mismo.
Violencia dentro y fuera del hogar
La madre del niño ya estaba separada del agresor desde 2020, inmersa ella misma en un contexto de violencia de género extrema, manipulación y control. Recién en marzo de 2024, cuando su hijo encontró un espacio de confianza en su tratamiento psicológico, pudo contarle lo sucedido.
El relato fue claro, preciso y consistente.
Se sostuvo sin contradicciones ante su madre, ante el psicólogo tratante, en Cámara Gesell, en medicina forense y frente a peritos oficiales.
No hubo fabulación.
No hubo mentira.
No hubo duda.
El rol clave del acompañamiento terapéutico
El juicio logró probar el abuso principalmente a través de la prueba pericial y los testimonios del equipo terapéutico que acompañó al niño. El tratamiento psicológico fue determinante para que pudiera reconstruir su historia y enfrentar el proceso judicial.
El daño, sin embargo, fue profundo.
Hoy el niño presenta bloqueos severos en su desarrollo sexual, consecuencia directa del abuso y de los años de silencio forzado.
Una condena que llega… tarde
La denuncia se realizó en marzo de 2024. El agresor no fue localizado de inmediato y recién quedó detenido en mayo. Otro punto oscuro en una cadena de demoras que el juicio dejó expuesta.
El fallo fue contundente. La pena también.
Pero la pregunta sigue flotando, incómoda, persistente: ¿Qué habría pasado si las instituciones hubieran actuado cuando el niño dio las primeras señales?. Cuánto dolor se podría haber evitado si alguien hubiese escuchado antes.
La sentencia cierra una causa judicial, pero deja abierta una deuda mucho más grande: la de un sistema que todavía llega tarde cuando las víctimas son niños y niñas vulnerables. Y esto lo dejó en claro la misma víctima cuando se conoció la sentencia que a modo de cierre sintentizó: “Se hizo justicia”.
Foto, la abogada Daniel Ferrari durante le juicio